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JARDÍN ESCULTÓRICO

Este espacio es un lugar que invita a la recreación, el descanso, la reflexión y el disfrute  de sus más de 4000m2 de extensión; alberga 18 piezas en bronce de gran formato, creación de Juan Soriano. Su diseño integra diversas especies de árboles y plantes de clima tropical.

 

Este jardín es el tercer jardín escultórico dedicado al arte moderno y específicamente a la serie de obras monumentales del artista Juan Soriano.

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Pato,
2005, bronce.
446 x 235 x 123 cm.

Esta obra es una idealización que parece inspirarse en cómo los animales fueron representados en los escudos y otros emblemas de la armería.

La configuración del cuello, cabeza y el “pico” sugieren una similitud con un pez marino: el hipocampo. De ser así, es probable que el artista se encaminara hacia la forma final de la obra incorporando de manera libre e híbrida elementos zoomórficos idealizados, propios tanto de la vida en el aire, como en el agua, idealizando los elementos del cuerpo de una manera que se encuentra a la mitad entre la abstracción propia del arte moderno y la estilización de la escultura antigua.

Gallina con huevos I,
2005, bronce.
210 x 195 x 85 cm.

El título de esta obra refleja el irreverente sentido del humor de Soriano, admitiendo una interpretación del “huevo” y la “gallina”.

Este binomio ha participado desde la antigüedad junto a símiles como “la paradoja del primer origen”. En esta obra, Soriano enfatiza el binomio entre la forma y el vacío, concerniente a la escultura moderna.

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Pájaro XIV, P/A II,
bronce, 2006.
288 x 240 x 121 cm.

El ánimo de Soriano, ajeno al compromiso ideológico que representaba el adoptar cualquier corriente o escuela no impidió que prefiriera no rebasar el límite entre figuración y abstracción. Se enriqueció del estudio del cubismo sintético, la asimilación del surrealismo y demás vanguardias modernas.

Este pájaro representa dicho proceso, la asimilación subjetiva y depurada de las vanguardias modernas, del estudio del arte antiguo del Oriente y Occidente.

Toro, P/A I,
bronce, 2005.
130 x 350 x 150 cm.

En este toro, Soriano manipula las características formales y volumétricas del animal. La escultura sugiere un proceso dinámico entre figuración y abstracción; produce el efecto de un cuerpo orgánico reconocible en proceso de volverse formas elementales, o viceversa. Soriano parte de las aportaciones cubistas a la plástica, que exploraron diversas maneras de presentar varios puntos de vista simultáneamente.

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Pájaro III

(caminando),

bronce, 2005 s/f.

Respecto de las aves, al artista le apasionó la configuración de los elementos de sus cuerpos y maneras de desplazamiento. El tránsito de la cerámica al bronce representó la posibilidad de escalar el formato en que comunmente solucionaba sus piezas, como el moldeado de largas extremidades, entre otros aspectos.
En esta pieza, Soriano mantiene el interés en expresar la gracia del movimiento de las aves.

Paloma,
bronce, 2005.
265 x 230 x 170 cm.

Soriano encontró inspiración en las formas que adoptan las palomas mientras vuelan o se posan sobre tierra, aunado al carácter simbólico derivado de relatos bíblicos y antiguas creencias helénicas o semíticas.
Desde niño conoció el arte de la alfarería y se convirtió en un maestro ceramista.
De cierta manera, esta paloma refleja una influencia de las vasijas de cuello largo de las antiguas culturas del Mediterráneo, como las producidas en la isla de Chipre.

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El Sol, P/A I,
bronce, 2004.
108 x 67 x 45 /
97x 72 x 62 cm.

Contrastando con la Luna, El Sol de Soriano está representado con  elementos toscos y superpuestos. Propone una suerte de altar para un emblema, con cierto aire primitivo, de un agente de la transformación de la materia.

Con esta pieza, parecería que el artista quisiera dejar testimonio del calor intenso del horno que licuó los metales que constituyeron la obra.

Luna I/VI,
bronce, 2005.
168 x 107 x 102 cm.

La luna fue identificada por muchas culturas antiguas como una divinidad femenina dominando la noche, en contraposición al día y al sol “masculino”.
Soriano combina de una manera muy estilizada los cráteres lunares – uno de los aspectos visibles más característicos de nuestro satélite – con dos formas ancestrales de su representación: el disco (o plato) y la humanizada (antropomórfica), sugiriendo la aparición de un rostro sobre una cresta o falda alada.
Una versión monumental de esta escultura se instaló en 1996 en la plaza de acceso del Auditorio Nacional de la Ciudad de México.

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Pájaro con semillas/
Pájaro XIX, 1/6,
bronce, 2005.
210 x 235 x 110 cm.

En esta pieza se percibe una relación entre la escultura de Soriano y las formas esquemáticas de representación de aves utilizadas por artesanos e ilustradores tlacuilos.

Tanto en la obra de Soriano como en los sellos prehispánicos, se percibe una intención de resaltar el movimiento dinámico como uno de los atributos de las aves.

Máquina de hacer dinero
P/A, bronce, 2000.
465 x 415 x 380 cm.

El interés originalmente dadaísta por la figuración de máquinas imposibles, extrañas, perversas, inútiles o eróticas fue heredado directamente al movimiento surrealista.

Podemos relacionar esta obra de Soriano con la genealogía dadaísta y surrealista de la representación irónica y humorística de la máquina, misma que también fue desarrollada por otros movimientos, como el pánico, en el que participó Alejandro Jodorowsky.

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Águila abstracta,
P/A 1/3, bronce, 1992.
323 x 123 x 85 cm.

El águila como ave rapaz, forma parte de una categoría representada en muchas culturas como agentes de los dioses solares o instrumentos de la justicia divina.

El águila retratada de manera muy esquemática por Juan Soriano no aparece encaramada o “pasmada” como en los escudos o emblemas, sino más bien en vuelo en picada y en dirección a una presa, confundiéndose tantos su alas y cola, así como su pico y garras en un juego de curvas que recuerdan los patrones repetidos en eco de la escultura cubista y futurista.

Pájaro de dos caras,
IV/VI, bronce, 2005.
222 x 113 x 59 cm.

Este pájaro aparenta tener sus alas a punto de ser desplegadas. En la heráldica (disciplina que estudia los símbolos de los escudos y emblemas), las figuras de aves con las alas semi-abiertas son definidas como “azorantes”: representando el momento de pasar del sosiego a la acción; un ave presente en las leyendas de muchas culturas antiguas de Asia y el Mediterráneo que los griegos llamaron Fénix, generalmente fue representada así.

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Hombre,
de la serie La Familia,
P/A, bronce,
2004. 247 x 63 x 28 cm.

Entre los siglos VIII y VI a.C. se empezaron a desarrollar las esculturas del género “kuroi” (muchachos), precedentes de las grandes obras de tema masculino en la Grecia Clásica.

Los “kuroi” se basaron en la “ley de frontalidad” egipcia.

Soriano evoca un momento arcaico en el proceso de la representación idealizada del cuerpo masculino, proceso que, como se indicaba, es de origen mediterráneo.

Niña,
de la serie La Familia,
P/A, bronce,
2003. 205 x 70 x 28 cm.

Soriano mantiene dos convencionalismos que asume con cierto ingrediente de humor: una forma cónica que implica una falda y un par de trenzas que coronan el rostro.

Esta obra es una manifestación del interés de Soriano por la infancia como un estado de inquietud, energía física, intelectual y asombro.

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Mujer,
de la serie La Familia,
P/A, bronce,
2003. 237 x 125 x 55 cm.

Soriano parte del arte escultórico devenido de muchas culturas, en particular los pueblos prehelénicos del Mediterráneo y Asia Menor, quienes se apropiaron de algunos principios egipcios para la representación del cuerpo humano: “ley de frontalidad”.

Se presentan las figuras de frente y con poca o casi ninguna flexión en las piernas. La combinación entre rasgos genéricos y brazos extendidos nos sugiere que Soriano busca representar el poder universal de lo femenino como expresión de un afecto generoso e incluyente.

Ofrenda I, Ofrenda II,  bronce,
2004.

Estas piezas aluden a la ofrenda como acto ritual en las numerosas culturas en todo el mundo. Parecería que Soriano, más que recrear despojos materiales, busca solidificar en bronce aquello que en la ofrenda resulta vital, aunque eventual y efímero: las humaredas, los adornos florales, los cantos y rezos, así como los gestos corporales de los practicantes rituales, emanando desde las vasijas y dirigiéndose al cielo.

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Pájaro XI,
P/A, bronce, 2005.
412 x 320 x 275 cm.

Al igual que con la pieza “Pato”, este es más una idealización sintética de un género animal que una imitación del modelo natural. El pico sobre su cabeza parece una máscara, similar a la vestida por los devotos de las divinidades del aire.

La obra se asemeja a un tótem, como los erigidos por los pueblos antiguos de América del Norte que, fueron a mediados del siglo XX, de particular interés para muchos artistas y poetas del movimiento surrealista.

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